Cuenta una leyenda japonesa que cierto monje, entusiasmado por la belleza del libro chino Tao Te King, resolvió recolectar fondos para traducir y publicar aquellos versos en su lengua patria. Demoró diez años hasta conseguir lo suficiente. Mientras tanto, una peste asoló su país y el monje decidió usar el dinero para aliviar el sufrimiento de los enfermos. Pero en cuanto la situación se normalizó, nuevamente partió para recaudar la cantidad necesaria para la publicación del Tao; otros diez años pasaron, y cuando ya se preparaba para imprimir el libro, un maremoto dejó a centenares de personas sin hogar. El monje de nuevo gastó el dinero en la reconstrucción de casas para los que lo habían perdido todo. Pasaron otros diez años, él volvió a recoger el dinero y finalmente el pueblo japonés pudo leer el Tao Te King. Dicen los sabios que, en verdad, ese monje hizo tres ediciones del Tao: dos invisibles y una impresa. Él creyó en su utopía, libró el buen combate, mantuvo la fe en su objetivo, pero no dejó de prestar atención a sus semejantes. Que así sea con todos nosotros: a veces los libros invisibles, nacidos de la generosidad hacia el prójimo, son tan importantes como aquellos que ocupan nuestras bibliotecas. |
January 05, 2006
Warrior of the light
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1 comment:
vaya! me gustó!
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