Intento creer que estamos juntos que estoy cobijada bajo tu corazón pero externamente me vuelvo agua como una lágrima fria en tus manos.
Y es un frío día de invierno, y me dejo llevar en sueños...
Intento creer que estamos juntos que estoy cobijada bajo tu corazón pero externamente me vuelvo agua como una lágrima fria en tus manos.
Y es un frío día de invierno, y me dejo llevar en sueños...
Otras veces encuentro injusto el precio de mi soledad y me revuelvo en los pliegues de mi pasado como quien busca monedas en los bolsillos vacios.
Mi mente menor inventa recuerdos y fabrica diálogos que lo explican todo: respondo a preguntas que nunca me hiciste (que nunca harás) e interrogo a quien no tuvó coraje de preguntar.
Pero descubro que no hay risa que devuelva lo perdido, lo llorado, ni dé verde a lo marchito. ¿Pero yo, estás segura de haber perdido?
Son miles de bocas que devoran la fuerza que necesitas para seguir adelante. Te digo que no existe nada de malo en esos sentimientos en tanto no te dejes sofocar por los sentimientos.
Ciertas cosas llegan a tu vida cuando ya no las precisas. Arriban con un retardo inexplicable cuando la cola de tu ilusión ya dio vuelta en la esquina.
Tú no has renunciado a amar por seguir la vía sin embargo puede parecerte que por seguir la vía has dejado de amar.
Propicia es la oscuridad para meterse en ella como en un túnel profundo, a esconderse, pensar, dejar volar los pensamientos. |
Y cuánto error acumulado y yo sin comprenderlo que para darte gusto hay que saber paladearlo. Lento, suavemente, con cabeza, levemente, comenzando desde cero disfrutando… hasta irse… |
Eres una sombra que se desvanece por momentos, pero que se muestra intensa y firme cuando menos me lo espero. Eres enfermedad y remedio al mismo tiempo, revuelves mi vida y trastornas mi pensamiento. Por ti cuando lloro, río y cuando río de mis ojos brotan las más dulces lágrimas de amor. Puedes tenerlo todo y no pides nada, callas cuando quisiera que de esa boca salieran aquellas palabras que tanto desearía escuchar. Eres la tortura que acribilla mis sueños, el suave dolor que quiebra lentamente mi pecho, mi calma y desconsuelo. Eres mi alegría y mi tristeza, mi felicidad y mi sufrimiento. Eres tú el hombre que yo quiero. Eres mi verdugo. |
No existe razón suficiente para olvidarte, no la encuentro apareces como mago de la nada y asi como nada mi corazon se para sentimientos, vagan por mi ser a donde dirigirlos? Alli estas, aqui estoy, tu ausente, yo inquieta vaya! paralizado siento el corazón, lo triste es que aun respiro la melancolia me envuelve con tela de seda suave, asi se siente mi respiración ya no me quedan dudas de que aun existe amor en mi, para ti y tu sigues ahi, y yo sigo aqui. |
Observando en la calle note que los reyes no son como santa claus. No entregan sus regalos a tiempo. O los entregan pero a diferentes horas. Vi un montón de gente buscando regalos frente a la Loteria, realmente habian muchas... que sentirán esos niño cuando despiertan un 6 de enero y no encuentran un pequeño juguete, mientras que otros tienen hasta el ultimo play, si, el finito que cabe donde sea. Al montarme en una onza de regreso vi a una mujer cargar con una pequeña bicicleta para su hijo/a y pensé se encontró a los reyes y estos le dieron la bicicleta y 10 pesos para que vaya en onza a entregarla. El ultimo regalo que recuerdo que me dieron de reyes fue 100 pesos que mi padre me puso debajo de la almohada. |
Cuenta una leyenda japonesa que cierto monje, entusiasmado por la belleza del libro chino Tao Te King, resolvió recolectar fondos para traducir y publicar aquellos versos en su lengua patria. Demoró diez años hasta conseguir lo suficiente. Mientras tanto, una peste asoló su país y el monje decidió usar el dinero para aliviar el sufrimiento de los enfermos. Pero en cuanto la situación se normalizó, nuevamente partió para recaudar la cantidad necesaria para la publicación del Tao; otros diez años pasaron, y cuando ya se preparaba para imprimir el libro, un maremoto dejó a centenares de personas sin hogar. El monje de nuevo gastó el dinero en la reconstrucción de casas para los que lo habían perdido todo. Pasaron otros diez años, él volvió a recoger el dinero y finalmente el pueblo japonés pudo leer el Tao Te King. Dicen los sabios que, en verdad, ese monje hizo tres ediciones del Tao: dos invisibles y una impresa. Él creyó en su utopía, libró el buen combate, mantuvo la fe en su objetivo, pero no dejó de prestar atención a sus semejantes. Que así sea con todos nosotros: a veces los libros invisibles, nacidos de la generosidad hacia el prójimo, son tan importantes como aquellos que ocupan nuestras bibliotecas. |